Javier Milei no es un outsider de los medios ya que es, irónicamente, un producto de ellos. Durante años el economista fue invitado de forma recurrente a programas de TV, radios y diarios. Esos mismos periodistas que hoy tilda de "ensobrados" (en referencia a supuestos sobornos) fueron quienes le dieron pantalla para construir su imagen contra el establishment.
Pero hoy, como Presidente, su estrategia es inversa puesto que está aprovechando la baja credibilidad de los medios en Argentina (32% según informe de Reuters Institute en 2023), una de la más baja de la última década.
Milei sabe perfectamente que sus exabruptos generan titulares y que cada ataque a un comunicador refuerza su imagen de "anti-sistema" ante una audiencia que ya desconfía de los medios. Según una investigación realizado en el 2023 por la ONG chilena Latinobarómetro, solo el 40% de los latinoamericanos cree en la prensa, y en Argentina esa cifra baja al 32%. El presidente explota este descontento con precisión quirúrgica y niega el valor de esos mismos espacios que lo hicieron famoso, porque ya no los necesita.
El presidente argentino no inventó la grieta con los medios, pero la lleva a su máxima expresión porque los números lo respaldan. Según la Universidad Torcuato Di Tella en un informe realizado en el 2024, los periodistas están entre las instituciones menos confiables (18%), por debajo de las Fuerzas Armadas (45%) e incluso la Iglesia (38%). Cuando Milei acusa a la prensa de "distorsionar la realidad", sabe que el 70% de los jóvenes consume noticias en redes sociales, donde él domina el algoritmo con videos directos y frases virales. Su estrategia refleja un manual global ya que sus amigos Trump y Bolsonaro usaron la desconfianza mediática para pintarse como víctimas de una "casta informativa".
Por qué Javier Milei eligió al periodismo como enemigo
El que Javier Milei elija un enemigo tan golpeado (más por sus errores que por virtudes del economista) pone un gran riesgo para la democracia. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) ya alertó sobre el aumento de ataques oficiales a periodistas en la región, un patrón que en países como Venezuela o Nicaragua derivó en censura. Pero Argentina no es, todavía, ese caso. En nuestro país el peligro es la indiferencia pública. Si la ciudadanía asume que "todos los medios mienten", se debilita un pilar clave del control al poder. Milei lo sabe y por eso repite que solo su versión es "la verdadera", apelando a un sesgo cognitivo que psicólogos llaman "efecto del mundo hostil" donde el ciudadano cree que los medios exageran lo negativo.
En definitiva, la pelea de Milei con los periodistas es realidad y estrategia política. Es real porque hay una erosión deliberada de la prensa, pero también es teatro porque el presidente gana más dividiendo que conciliando. En un mundo pos-verdad, donde los hechos pesan menos que las emociones, su retórica antiperiodística encuentra terreno fértil. La pregunta no es si los medios sobrevivirán, sino si la sociedad notará cuando, tras quemar a la prensa, el poder empiece a recortar otros derechos.
Sin dudas que el presidente argentino no está destruyendo a los medios, sino ejecutando el último paso de un plan que comenzó cuando era su invitado estrella. Aquel economista gritón que los medios ayudaron a crear su imagen, hoy usa ese mismo escenario para dinamitarlo. La diferencia es que ahora lleva la batuta... y la guillotina. Si miramos el ecosistema político, los datos sugieren que Milei va ganando pues hay una máxima que dice “cuando la gente desconfía de todo, el más audaz se lleva el relato”.
Lic. Emiliano Follis
Comunicador Social