Con una mezcla de tristeza, rebeldía y esperanza, el Centro Cultural Independiente Cecilia Montenegro (CCI) de Tunuyán cerró sus puertas. Pero lo hizo a su manera: con una fiesta. Bajo el nombre de Antifuneral, artistas, vecinos y organizadores celebraron lo vivido, rechazaron el olvido y reafirmaron la decisión de no desaparecer.
Durante tres años, el CCI fue mucho más que un salón cultural. En su local de Rivadavia 39 se ofrecían clases de arte, yoga, tela y escalada en palestra. También había talleres de collage, ferias con productos artesanales, recitales, tatuajes en vivo y libros de editoriales independientes. Todo eso, sin distinción de edad ni clases sociales.
La crisis sumada a la decisión de no renovar el contrato de alquiler, tomada de forma abrupta por el arrendatario, marcó el cierre de este espacio autogestivo, en un contexto económico hostil para emprendedores y centros independientes.
El "Antifuneral": una despedida con arte
La noche del cierre fue inolvidable. Según contó Marcia Castro para Portada, El Antifuneral reunió a artistas de Tunuyán y la Ciudad de Mendoza para despedir el espacio con música, poesía y movimiento. Niñas y niños escalaron la palestra una vez más, mientras adultos recorrían los puestos de artesanías y libros. Se escucharon risas, guitarras, aplausos. Hubo tatuajes, comida y bebida.
La jornada comenzó con los acústicos de Doctor Mignón y Nicotina, y fue creciendo hasta el fuego escénico de Pablo Amnesia, acompañado por Gatito, bailarín y profesor de danza, que se robó las miradas con su espectáculo entre llamas.
Luego, Error 404 sorprendió con una fusión entre heavy metal y clásicos de la cumbia, versionando canciones de Sandro con guitarras distorsionadas, baterías enérgicas y un grito musical que retrata la resistencia cultural mendocina.
¿Y ahora qué?
El CCI fue refugio y creación. Infancias protegidas sobre colchones, baños limpios, poesía cotidiana, ferias, talleres, meriendas caseras. En palabras de sus organizadores, fue “la construcción de un país dentro de otro país”.
En tiempos donde los aumentos de impuestos y los desalojos parecen moneda corriente, el CCI ofrecía otra lógica: la del cuidado colectivo, la del encuentro, la de las infancias y juventudes contenidas desde la cultura.
El equipo del CCI no se rinde. Aunque todavía no saben en qué lugar físico volverán a instalarse, sí tienen claro que esto es solo una pausa. “No nos vamos. Nos transformamos”, dijeron a Portada. Con la misma convicción que los llevó a construir comunidad desde el arte, buscan rearmarse y regresar, en un contexto nacional donde la cultura "sufre una avanzada desde el propio Estado".
Porque para quienes lo vivieron, el CCI no fue solo un espacio cultural. Fue un hogar, una trinchera y una fiesta. Y toda fiesta, incluso si es un Antifuneral, deja huellas.