Aunque pasó casi una semana del colapso cloacal en Guaymallén, los vecinos siguen entre olores nauseabundos, riego contaminado y cultivos en riesgo.
A días del colapso cloacal en Los Corralitos, los vecinos de Guaymallén siguen conviviendo con líquidos pestilentes en las calles y la incertidumbre sobre sus cultivos. Bajó el caudal pero no los problemas: "Vivimos entre cloaca, mosquitos y olor", dicen los habitantes del lugar. Mirá las fotos.
A pesar de las obras provisorias y las promesas oficiales, la contaminación continúa y el temor crece entre productores, comerciantes y familias de una de las zonas más productivas de Mendoza.
El problema sanitario que estalló esta semana en Los Corralitos, Guaymallén, no sólo no fue resuelto por completo, sino que continúa afectando la vida diaria de cientos de vecinos y productores.
A pesar de la intervención del Departamento General de Irrigación y las obras transitorias realizadas por Aguas Mendocinas (Aysam), este jueves el olor cloacal persiste en varias esquinas del barrio y el agua de riego sigue contaminada, según relatan los propios habitantes.
“El agua está sucia, huele horrible, y nadie nos dice qué hacer con lo que ya regamos”, expresó esta mañana un productor hortícola de la zona, cuya finca fue regada con agua del canal Pescara, el mismo que recibe los efluentes cloacales desde la falla en el colector ubicado en Severo del Castillo y 2 de Mayo.
El impacto no es menor: más de 500 hectáreas productivas han sido afectadas, muchas con cultivos de consumo directo. La contaminación no sólo amenaza la salud pública, sino también el sustento de muchas familias que viven de lo que producen en estas tierras.
Desde Irrigación se prorrogó por 30 días la autorización para que Aysam continúe vertiendo líquidos en el canal, con la condición de reducir progresivamente el caudal y evitar filtraciones. Sin embargo, vecinos aseguran que nada ha cambiado en la práctica.
En redes sociales circularon videos donde se observan aguas grises corriendo por la calle, lo que contradice las declaraciones de los organismos encargados de controlar el saneamiento. Además, fuentes locales indican que Aysam no cuenta con el equipamiento suficiente para desviar correctamente todo el caudal, como lo exige la resolución 0464.
“Estamos solos. No sabemos si podemos seguir regando, si perdimos la producción o si alguien se va a hacer cargo”, lamentó una vecina frente a su campo de zapallos. Por su parte, algunos comerciantes ya reportan pérdidas: “Si esto sigue así, nadie va a querer comprar frutas ni verduras de esta zona”.
Mientras tanto, el temor crece. Vecinos piden soluciones urgentes y definitivas y que las autoridades se hagan presentes en el territorio para escuchar el reclamo.
En un contexto de alta sensibilidad social y económica, la crisis cloacal en Los Corralitos se ha convertido en un nuevo foco de tensión ambiental en Mendoza.
Desde que los colectores cloacales colapsaron en la intersección de 2 de Mayo y Severo del Castillo, en Guaymallén, la vida de los vecinos cambió drásticamente. “Esto es un desastre, el agua de cloaca nos llegó hasta la puerta.
No podíamos salir, los chicos no iban a la escuela, ni los micros pasaban por esta calle (2 de mayo). Y hace más de un año que estamos así”, relató Gabriel, uno de los habitantes de la zona, en diálogo con El Editor Mendoza.
Las imágenes son contundentes: veredas convertidas en canales cloacales, olores intensos que impiden abrir las ventanas y vecinos que tuvieron que instalar mosquiteros en todas sus casas para sobrevivir al brote de insectos.
“Nos comimos todo el verano con este olor y los mosquitos. Era imposible estar afuera”, cuenta otra vecina, mientras observa las máquinas trabajando en la vereda de su casa.
La situación no solo afecta la salud y la comodidad de las familias, sino también su movilidad.
“El colectivo ya no pasa más por acá. Un mes entero estuvimos caminando varias cuadras con los chicos, porque cortaron todo. Y nadie te da una solución”, dijo Marcela, una madre que vive a pocas cuadras del foco del derrame.
Según relatan, los trabajos comenzaron recién en abril, pero el ritmo es lento y la obra se complica: “Cada vez que quieren trabajar, se les derrumba todo. Hay tanta agua que tienen que usar bombas todo el día para poder seguir cavando”, señaló otra vecina.
“Dicen que es una obra grande y que abastece a varios departamentos, pero eso no nos consuela. Nosotros vivimos entre el asco y el peligro hace meses”, agregó.
Mientras tanto, la sensación de abandono crece. Los vecinos aseguran no haber recibido información oficial sobre el avance de la obra ni sobre posibles indemnizaciones.
Exigen una solución urgente y definitiva. “Ya no es noticia para ellos, pero para nosotros sigue siendo un infierno”, concluyó una de las vecinas más afectadas.