El sector gastronómico de Buenos Aires atraviesa una de sus peores crisis en años, afectado por la inflación, la caída del consumo y la disminución del turismo internacional. Ni siquiera los restaurantes de alta cocina, considerados referentes de la gastronomía local, han logrado resistir el impacto. En las últimas semanas, Franca y Sál, dos de los 56 establecimientos recomendados por la prestigiosa Guía Michelin, han cerrado sus puertas, marcando un hito negativo en la escena culinaria de la ciudad.
Franca, dirigido por el chef Julio Báez, ofrecerá su último servicio este sábado, mientras que Sál se despidió a finales de mayo. Ambos restaurantes, celebrados por su originalidad y calidad, formaban parte de los locales más distinguidos entre los más de 25 mil registrados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Una ecuación que no cierra para nadie
El panorama es desalentador para empresarios y trabajadores del rubro. “Es una ecuación que no le cierra a nadie. Al cliente porque le resulta caro. Al personal porque no le alcanza el sueldo. Y a los dueños porque no nos cierran los costos”, expresó el propietario de un restaurante de alta gama en Chacarita.
La inflación acumulada y el encarecimiento de insumos han sido factores determinantes en la crisis con sello de recesión, pero la caída del turismo ha agravado aún más la situación. “Tal vez no afecta tanto a los lugares top top como Don Julio, pero a los que vienen atrás los mata”, señaló un referente del sector en Palermo.
Desde Franca, el comunicado difundido en redes sociales fue claro: “Este cierre es el resultado de una realidad económica que nos toca profundamente y ya no podemos sostener”.
Restaurantes Michelin versus un par de zapatillas
Para los empresarios gastronómicos, esta crisis se presenta más incierta que las anteriores. “En la gastronomía la caída es rápida y aguantar es muy difícil. Todo va a una velocidad imposible de frenar”, explicó un dueño de restaurante. A diferencia de crisis pasadas, esta situación no tiene un horizonte claro de mejora.
Además, la competencia ya no es solo entre restaurantes. “Es contra el teatro, una salida o un par de zapatillas. Todo se vuelve una elección de supervivencia”, reflexionó otro empresario del sector.
El panorama es preocupante y el futuro del rubro gastronómico sigue siendo incierto, con la esperanza de que la situación económica permita una recuperación en los próximos meses.